1.- El estrés ante la falta de información en todo momento y en cualquier lugar.
No solamente necesitamos saberlo todo inmediatamente sino que, gracias a que podemos resolver preguntas con los buscadores en cuestión de minutos, aumenta nuestra operatividad y por ello la cantidad de cosas que podemos realizar en una pequeña franja de tiempo. En lo que antes tardábamos unas horas o días, en la actualidad es cuestión de segundos, hacemos cosas de forma paralela, triple, angustiándonos al pedirnos más en cada momento, hasta la extenuación al final del día. Además ese supuesto o cierto incremento de la productividad personal no se ha visto, en la mayoría de los casos con un aumento del salario. El caso de la total disponibilidad horaria crea una nueva esclavitud no específicamente remunerada.
2.- La insatisfacción de las relaciones establecidas o mantenidas por redes
3.- Las redes sociales como foco de malentendidos.
La falta de presencia física con todo el lenguaje no verbal que acompaña a la comunicación humana y que confirma o contradice el mensaje, convierte los mensajes escritos en foco de malentendidos difícilmente solucionables. Además, la falta de la presencia física o la de algún sentido de forma continuada, produce una angustia vital ante la falta de sostén humano en la comunicación. Somos seres sociales desde nuestros inicios y “una madre nos miró a la cara cuando nacimos”.
4.- El incremento de la inseguridad y del control en la relación con el otro.
Fomento de los celos: “Ha leído el whatsaap pero no me contestan, qué pasará… pasa de mí, no me hace caso…ya no me quiere.” Escenas así se suceden, necesitamos un contacto frecuente para el conocimiento de la conducta del otro. El tiempo se pliega y no existe el tiempo necesario para las actividades propias. Delante de esa situación, nos angustiamos y necesitamos controlar al otro. Según este artículo antiguo en La Vanguardia, el uso de whatsapp ha destruido 28 millones de parejas.
5.- El juego de la seducción desaforada.
Las redes facilitan la búsqueda de relaciones, virtuales, sin poner la cara, sin cortejo, uno tantea con varios, varias,seduce, se masturba, etc. Complica las relaciones en las parejas… “a quién escribe en redes mi marido cuando se engancha al móvil…” vuelven a aparecer las conductas de control, las parejas se miran los móviles a escondidas, se requisan el móvil… las escenas de celos están servidas y su sufrimiento también.
6.- La paciencia está reñida con las redes.
Agudiza la fantasía de que todo puede ser rápido y accesible, leemos una sinopsis y ya sabemos de un tema, un poco de aquí y de allá. Corta y pega. El mal uso de la red desemboca en la rapidez y la hiperactividad, no en el esfuerzo.
7.- La masa sigue al amo.
Desde la más estricta individualidad del ordenador o del móvil propio, toda la masa sigue al amo que manda. El amo puede ser el blogger que crea tendencia, no importa el contenido, sustancioso o disparate, se sigue y se expande. Uno se adhiere en una actividad frenética. No deja de ser el peligroso discurso de la masa siguiendo al amo desde el sofá de casa y nada menos que pensando que se trata de una actividad individual y crítica.
8.-Somos un producto de internet, a veces disparatado.
Para internet somos sobre todo consumidores y aportadores de información personal. El ser humano es un comprador nato. Vendes más cuanto más hiperactivo seas en las redes y en internet. Si no estás en ellas, estás muerto. Lo más importante es tener seguidores gracias a tener una actividad hiperactiva en las redes, no importa tanto el contenido, importa lo rápido, lo actual, lo gracioso, lo escueto, lo disparatado, lo chic.
9.- La intimidad a puertas abiertas.
Ser feliz y que los demás lo vean, subir fotos de las muchas actividades que hacemos, viajes, amigos… La intimidad no se guarda, no es un tesoro a compartir entre la gente íntima, el éxito social pasa por «tener», como lo fue casi siempre, pero ahora además por hacerlo saber a cuantos más, mejor.
10.- No podemos vivir sin Internet.
Las parejas y las familias sufren la presencia de Internet en sus vidas. Internet necesita tiempo, buscar, escribir, compartir, las actualizaciones, las redes que no paran. Poco tiempo para los hijos y poco tiempo para la familia.
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